Conozco, tengo un amigo, que lee pequeñas historias, de no más de dos versos, o tres. Zarandajas las llama él

Conozco, tengo un amigo, que lee pequeñas historias, de no más de dos versos, o tres. Zarandajas las llama él.
En la oscuridad, donde más brilla la mirada, con una pequeña luz, las lee una tras otra. Las lleva apuntadas en el brazo. Cada vez que lo hace, nos cuenta muchas. Desea remover, y lo consigue, en nosotros, la conciencia.
Aquel día (en la playa), el día que nos dimos la mano para pasear, aquella primera vez, por un instante, me acordé de él. Entendí de repente cómo le pueden caber tantas historias en el brazo.
Entendí entonces, dónde las guardaba, y todas las que todavía le nacerán. Son inagotables. Mi amigo está, es un gordo de Zarandajas.
El tacto de la mano de ella, me trajo de repente, cada una de las miles de historias que vivimos ella y yo, todas de golpe. Me sentí completo en segundos, (y un poco mareado) como pocas veces en la vida. Me acordé de él, de Fermín. Si hubiese estado yo desnudo, me podría haber visto todo el mundo el cuerpo como su brazo, lleno de historias sucedidas y por suceder, lo repleto de anhelos y felicidad que estaba.
Y es que hay gente, que te toca, que con estar con ella te escribe en el cuerpo y en el alma.
Ella lo hizo con sólo apretar mi mano y mirarme.

Shiro Dani